Las medidas absurdas ante la pandemia: La historia no nos ha enseñado NADA

3 noviembre, 2020

Hoy me voy a meter en camisa de once varas y voy a hablar de las medidas absurdas de la pandemia que se están tomando en España, a la vez que remarco que la historia no nos ha enseñado nada una vez más…

Son muchas las tonterías que se hacen, se han hecho y se harán en este mal país en decadencia, por eso creo que debo centrarme solamente en un aspecto: en el cierre del ocio nocturno desde el principio de las medidas de la pandemia de COVID19.

El ser humano, es como es. No se puede cambiar a todo el mundo ni forzar a la gente a actuar en contra de su propia naturaleza, creencias y manera de ser. Eso es una verdad obvia e innegable y, aún y así, a  parte de la población, no le ha quedado claro todavía.

Barcelona de nuevo, pero esta vez se le han sumado otras provincias. 

Somos muchísimos individuos, millones, y tenemos miles de años de historia detrás para entender que, de lo poco que deberíamos saber y entender del ser humano, es que somos muy diferentes unos de otros. Cada individuo es único, y tratar de tratarnos como un rebaño, siempre suele acabar mal.

Aquí, de hecho, podría vincularse a la literatura: si existen tantísima cantidad de libros diferentes y variados, es por que hay una demanda igual de diferente y variada. Cierto es que abunda la mediocridad y que hay mucha obra comercial que llega a mucha gente, pero sin embargo, entre ellos pueden discutir sobre la obra. Cada lector se centra en aspectos o interpretaciones diferentes porque, como ya he dicho, somos diferentes.

¿Por qué insisto tanto en ello cuando debería de ser algo evidente? Pues porque hay gran parte de la población que apela al sentido común (que es el menos común de los sentidos, aunque les pese) para culpar a la gente de todo mal, de la pandemia y de las decisiones tomadas. En honor al artículo de las falacias, vamos a enumerarlas: aunque aquí hallaríamos varias, podemos mencionar la falacia de generalización apresurada, ya que no podemos presuponer que todo el mundo debería hacer lo correcto (entendiendo lo correcto como la normativa legislativa impuesta). Por supuesto, tampoco podemos presuponer que la culpa de todos los males son debidos a que todos y cada uno de nosotros (o la mayoría de nosotros) somos unos monstruos egoístas que no hacen lo que deberían.

¡Eh, vosotros! ¡En poco más de un año habrá una pandemia mundial!

Por otra parte, muchos son partidarios de la prohibición, del cierre de negocios y de un confinamiento absoluto, como si viviéramos en mitad de una guerra nuclear, cómo si un problema pudiera arreglarse con medidas abusivas aunque no estén relacionadas realmente con una solución efectiva. Vamos a ver… me voy a centrar solamente en el cierre de locales de ocio nocturno, ya que este tema es complejo, largo y da para mucho más que un artículo web.

Si las multas y prohibiciones sirvieran para algo, viviríamos en una sociedad sin crímenes, robos ni ningún tipo de delito. Para bien o para mal, hay quien con tal de llevar a cabo sus objetivos, no le importa ir contra la ley. Las leyes no siempre son buenas ni tienen sentido, lo que abre otro debate. Pero centrémonos en el primer punto de la argumentación: no todo el mundo va a respetar la ley por muy dura que esta sea.

Dentro de nuestro ADN social, hemos bebido de muchas fuentes en cuanto a ética, moral y manera de vivir se refiere. Tenemos una base judeocristiana, una base grecorromana, la base científica cartesiana… Sí, una vez más, esto da para otro artículo o incluso libro. Pero lo que vengo a decir es que hay una serie de costumbres enraizadas en cada ser humano que van más allá de la ley.

Dicho de otra manera, la sociedad española puede entender perfectamente que un crimen como el asesinato no es correcto y merece ser prohibido y sancionado por el bien común. Toda la herencia cultural de cualquier español lo respalda y raro es quien trasgrede esa ley. Quien lo hace, además, es consciente de que ha obrado mal y en muchas ocasiones de que merece un castigo.

Pero, por otro lado, cualquier español entiende que la familia y los amigos son importantes y merecen ser cuidados, que el contacto físico es una muestra de afecto indiscutible y que hay aspectos vitales del día a día que nada ni nadie debe arrebatar. Y ojo, no quiero decir que vayan a ser inflexibles, ¡todo lo contrario!

Ahí seguro que hay distancia social de esa… aunque parece ser que ni ahí se puede estar ya…

Una sociedad habituada a una forma de vida, puede aceptar sin problemas ciertas modificaciones para adaptarse a una situación de emergencia. Es decir, quizás es bueno delimitar el contacto social, quedando menos y haciendo uso de redes sociales y videollamadas. Quizás es mejor conservar la mascarilla en reuniones esporádicas y, quizás, permitirse algún que otro abrazo separando bien las cabezas. O incluso un buen apretón de manos si va seguido inmediatamente de un buen lavado. ¿Por qué no? Estoy buscando maneras de adaptar la vida de las personas a la nueva situación, cosa que puede hacerse.

Pero no, no se hace. Lo que se hace es prohibir, exigir y señalar. Se nos pide que no nos reunamos, que no nos toquemos, que no salgamos ni a la calle a partir de determinadas horas…. Eso, queridos lectores, es simple y llanamente absurdo y caemos en multitud de falacias y errores lógicos. Por ejemplo, si realmente nos creemos que el virus ataca los fines de semana y por la noche mucho más que en los abarrotados transportes públicos, oficinas y diferentes trabajos, podríamos llegar a ver con buenos ojos la restricción horaria. Ahora bien ¿realmente creéis que la gente no se va a reunir? Quien se quiera reunir, lo hará igual pero en entornos no controlados. Es decir, gracias a que hemos cortado una válvula de escape vital, tenemos reuniones clandestinas de mucha más gente en hogares y locales clandestinos.

Y no, no es una suposición mía. Simplemente podemos dar un repaso histórico para entender el funcionamiento de este autoritarismo absurdo que parece satisfacer a pasionales ciudadanos totalitarios presuntamente bienintencionados. Téngase en cuenta que con esto no pretendo justificar la conducta temeraria de muchos individuos, si no qué, simplemente, desde una perspectiva política legislativa, se está obrando de la peor de las maneras posible. Vamos a verlo.

Para empezar, tenemos un caso que funcionó más o menos bien. El caso del SIDA. Fue una enfermedad repentina que afectó de inmediato a gran parte de la población. ¿Qué se hizo? pues se tomaron bastantes medidas. Primero, se investigó bien y se escuchó a los científicos. Se estudió y se intervino allá donde hizo falta. Por ejemplo, se detectó que las transfusiones de sangre eran un peligroso foco de contagios si el donante tenía sida, por lo que tuvieron que restringir a ciertos donantes. Vieron que entre drogadictos era común pillar esa enfermedad, por lo que se dio muchísima información sobre drogas e incluso llegaron a informar sobre aspectos seguros si aún y así decidías drogarte. Medidas higiénicas varias, como el hecho de no compartir jeringuillas. Y no, no se estimulaba a la gente a drogarse alegremente, pero se tenía consciencia que había mucha gente que no iba a cambiar sus hábitos, por lo que se buscó la manera de que, al menos, pudieran frenar la enfermedad, que era el objetivo principal.

Cierto es que el amarillismo de muchos medios y el miedo de la gente causaron muchos estragos, pero aún y así se dió una campaña informativa muy completa. Yo recuerdo incluso panfletos y programas que daban una información muy exhaustiva. ¡Incluso recuerdo una serie infantil que dedicó un capítulo entero a combatir el miedo y los prejuicios que se les podía llegar a tener a los enfermos! Se movilizó el uso del preservativo como medida profiláctica contra la enfermedad con famosas campañas. ¿Se prohibió mantener relaciones sexuales acaso para evitar la transmisión del SIDA? ¿Se cerraron locales de swingers y otros centros de promoción sexual? ¿Se llevaron a cabo medidas en contra de los drogodependientes culpándoles de todos los males del mundo? ¿Se prohibió el contacto entre personas para prevenir algún posible contagio? ¡NO! ¡NO SE HIZO NADA DE ESO! ¿Por qué? Pues por que hubiese sido completamente absurdo y no hubiese arreglado nada.

Ya veréis la que me va a caer por este artículo…

Lo que sí se hizo fue escuchar y tener en cuenta a expertos y científicos que entendían del tema, a diferencia de ahora. A parte del comité de expertos imaginario del gobierno, podéis encontrar una bonita carta de más de cincuenta asociaciones científicas poniéndole los puntos sobre las íes a los governantes. Si os interesa, podéis buscar alegremente, ya que no me parece apropiado llenar todo el artículo de enlaces. La cuestión es que se ha obrado ciegamente y con soberbia, anteponiéndose a todo el postureo político. ¿De verdad era tan difícil?

Y ahora me lanzo con el segundo ejemplo histórico: la ley seca. Básicamente, y de manera muy resumida, había un sector social muy emperrado en prohibir el alcohol. Hubo problemas con éste y, en vez de buscar el fondo del problema y regular convenientemente para evitar los males, prohibieron completamente el consumo de alcohol. Hablamos de una sociedad que celebra sus festividades y logros con alcohol, que hace vida social en bares, que considera esa droga como un momento fundamental de respiro en una vida dura, que atribuye además a cada tipo de alcohol una serie de características más allá de la propia bebida (marcas, tipos, símbolos…). Obviamente, aquello se desmadró.

Quiero hacer un paréntesis para clarificar que yo, personalmente, ni bebo, ni he bebido, ni tengo intención alguna de beber alcohol. Pero eso no significa que tenga que aprobar aquella ley. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con algo al margen de tus preferencias personales, en honor a la verdad, entendida con las consecuencias dadas en el mundo real, o por mera empatía con el resto de seres humanos. Para ver y considerar qué es lo justo, hay que ir más allá de nuestras propias preferencias.

Mucha gente tiene miedo de decir nada en contra del gobierno por no parecer alguien facha, de derechas. Eso, es ridículo. Si álguien hace mal su trabajo, lo hace mal. No significa que todo lo que haga tenga que ser correcto por ser de tal o cual partido. Sin embargo, hay quien piensa que los que estamos en contra de todas estas medidas absurdas somos de extrema derecha. Pero este irracional guerracivilismo social y el menosprecio a la supuesta derecha da para otro artículo y no me voy a centrar más en él por el momento.

y vuelta la burra al trigo…

Pero volviendo al tema que nos ocupa: ¿qué consiguió la ley seca? Pues bien, al verse la gente privada de un aspecto que habían normalizado en su vida, se dedicaron a seguir obteniendo lo que querían pero de forma ilegal. Eso provocaba que fueran mucho más difíciles de localizar las infracciones, ya que ya no era alcohol, era mercancía ilegal.

Dicho de otra manera, todos aquellos chanchulleros profesionales que no tenían ni idea de destilar se pusieron a trapichear, llenando las calles de alcohol en mal estado, aumentando considerablemente el precio, surgiendo las mafias organizadas, aumentando la violencia, logrando que la gente bebiera más y peor además de a escondidas… Frenemos un momento… ¿he dicho que la gente bebía más? Pues sí, en contra de lo que pretendían, la gente empezó a ponerse hasta arriba debido al plus del morbo de la ilegalidad, el añadido plus exótico dado por la oferta y la demanda y esas cosas. Todo un espectáculo.

Eso es lo que pasa cuando intentas a golpe de ley injusta e irracional privar a las personas de sus derechos fundamentales. Claro, ahí podéis argumentar que el caso de nuestra pandemia es excepcional y todo eso, tratando así de justificar los ataques a nuestras libertades, pero caemos en otra falacia: la de la causa cuestionable.

Es cierto que el coronavirus se contagia entre personas, mediante gotículas de saliva y demás. Pero… ¿Que tiene que ver eso con las restricciones horarias y el cierre de ciertos negocios? No hay causa directa entre una cosa y otra. No hay recomendación alguna sobre la manera de proceder e interrelaciones con otras personas, solo prohibiciones que poco o nada tienen que ver con la sensatez.

El cierre de locales de ocio nocturno desde el principio de la pandemia ha sido algo parecido a la ley seca. Existe gente joven (y no tan joven) que tienen la necesidad vital de salir y tomar algo aunque el mundo esté envuelto en llamas.

Representación gráfica de donde nos hallamos ahora mismo

¿No hubiese sido preferible que los locales hubieran permanecido abiertos bajo unas estrictas medidas de higiene, desinfección, vigilancia y prevención? Al no haber alternativa, se ha propiciado los botellones y raves en donde no habían ningún tipo de medida ni de responsabilidad civil ni penal, por no hablar de la dispersión de los actos.

Si hubiesen permanecido abiertos los locales:

1-En caso de incumplimiento de alguna medida, habría un responsable que hubiese sido sancionado y un posible foco de infección localizado.

2-Se hubiese podido salir y socializar sin consecuencias víricas .

3-Habría personal cualificado vigilando que no se cometieran excesos provocados por la embriaguez y, de haberse producido, se podría haber entregado al culpable a las fuerzas policiales.

4-Se hubieran salvado muchos negocios y empleos, con lo que los ánimos generales estarían más calmados y las finanzas generales hubiesen salido menos apaleadas (recordad que la economía es circular, y con el cierre de un solo negocio se perjudica a muchos más).

5-Habría un mayor control de las localizaciones de reunión, lo que haría que, ante la duda, pudiesen hacerse controles selectivos para averiguar si realmente son un foco peligroso.

Me gustaría señalar algo importante del punto 5 ¿Existe algún trabajador o propietario de cualquier local de ocio que haya dado positivo? Porque, sinceramente, se está abusando del prejuicio populista de que los jóvenes ociosos tienen la culpa de todos los males que nos acechan, pero sin embargo no hay ningún estudio serio sobre la mesa que demuestre que haya habido contagios severos debido a ningún negocio.

Gimnasios, hosteleros, escape rooms… todos tomaron medidas de prevención muy eficaces, gastando además presupuesto en ellas sin ningún tipo de ayuda ni apoyo estatal. Sin embargo, son los primeros en ser perjudicados y forzados al cierre cuando no hay nada que les señale como difusores del virus. ¿Qué sentido tiene cerrar a aquellos que no son causantes de infección alguna y que además adaptan sus negocios a las necesidades sanitarias?

Se ha puesto en una balanza, en una nueva falacia, en esta ocasión la del falso dilema, que hay que elegir entre la salud y la economía. La realidad es que ambos conceptos no solo no están reñidos en absoluto, sino que además, se está atentando contra ambos. No están relacionados y salvar la salud no implica tener que perjudicar a la economía (ni viceversa).

Viendo la extensión de este artículo, lo dejaré por el momento. No sin antes solicitaros vuestra más sincera opinión en la sección de comentarios. Sedme felices.

4 comentarios

  • JUDITH IBAÑEZ 4 noviembre, 2020en12:55 am

    Estoy de acuerdo con tu planteamiento, tu perspectiva y argumentos expresan lo que muchos pensamos y no tenemos la capacidad de expresar con tan buena claridad y concisión.

    Me ha encantando, he disfrutado de la lectura 🙂

    • Manuel Lara Herbón 4 noviembre, 2020en8:11 am

      Me alegro de que te guste, muchas gracias por tu comentario 😀

  • Arr 6 noviembre, 2020en2:33 pm

    No estoy de acuerdo en la forma de entender al ser humano ni de interpretar gran parte de la información que has puesto a disposición en el artículo, pero tengo deberes de clase por hacer y responder a todo lo que considero que quiero responder, es mucho tiempo. Eso sí, te quiero mucho.

    • Manuel Lara Herbón 6 noviembre, 2020en7:47 pm

      Me encantaría que tomases un día con tiempo para que señalaras los puntos de los cuales discrepas para poder abrir el debate y que se vieran más posturas. ¡Gracias por comentar!

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