Sobre como España acabó siendo un mal chiste

23 junio, 2021

La cultura española está impregnada de pequeñas joyas literarias de humor llamadas chistes. De tradición oral, un chiste es una pequeña anécdota, historia o relato de muy corta duración en donde los hechos se desarrollan de manera cómica. 

Ya sea mediante un juego de palabras o un acto ficticio, están pensados para arrancarnos alguna risotada de manera rápida, sin que nos dé tiempo de pensarlo demasiado.

Hoy voy a proceder a explicar uno de esos chistes. Al menos yo pensaba que era un chiste hasta que me dio por analizarlo en profundidad. ¿Puede la realidad haber vuelto a superar a la ficción? ¿Podemos estar ante un claro ejemplo de como España ha sucumbido al ridículo más absoluto siendo reducida a un mero chiste? Pero antes de desarrollar mi teoría, os presento el chiste:

Acercaos todos a escuchar mi chiste

Un borracho con un muy alto grado de embriaguez entra a un bar. El local está lleno de gente por todas partes, así que él, ni corto ni perezoso, se sube a una mesa en mitad de la sala. 

Una vez en su nuevo podio grita: Losh que eshhhhten a mi derecha son todos unos hijossssh de puta, y los que estén a mi izquierda son todos unos giliposhaaaas

Uno de los hombres que estaba justo a su lado, molesto por la gratuidad del improperio, se le encara y le grita: ¡Eh! ¡Yo no soy ningún gilipoyas!  tras lo que el borracho responde inmediatamente: Puesh pongashe en el otro lado…

¡Badum tash!

Personalmente encuentro este chiste muy divertido, y a nivel lógico-argumental es brillante. En el momento en que alguien, presuntamente sensato, entra al juego de la trampa lógica del borracho, solo tiene las de perder.

 El borracho tiene su propio discurso, irracional y alejado de la realidad. Pero solo en el momento en que alguien considera sus argumentos como una realidad, es cuando el borracho puede jugar a su juego a sus anchas.

Lo más correcto hubiera sido enviar al borracho a freír espárragos y no hacer caso a sus tonterías. Pero en vez de eso, uno de los que están recibiendo el insulto salta y entra en el trapo. Ese es su error: no puedes razonar con quien ya parte de unas bases erróneas y posee un dogma de fe inamovible.

Quizás muchos aún no vean la relación que guarda esta historia con la España contemporánea. Es por eso por lo que voy a cambiar una serie de palabras, para remarcar el símil que veo. 

En vez de un bar, vamos a imaginar que ese local es España, con sus gentes por todas partes. El que entra en él, es un politicucho del tres al cuarto, uno de esos que tenemos por la península, podéis elegir el que más os guste, da igual su partido.

Sí, uno de estos, ya me entendéis…

Pues bien, igual que en el chiste, el político va y se sube a una mesa, que en este caso representa cualquier mass media de esos, un medio de comunicación con gran audiencia. La televisión, un periódico, la radio… algo por el estilo (nada de esto).

 Una vez allá, lo que dice es algo parecido a: “Los que estamos a la izquierda somos buenas personas, los que están a la derecha son todos unos FACHAS”. 

Obviamente, si habéis elegido a un político con un discurso ligeramente diferente, lo que dirá será: “Los que estamos a la derecha somos buenos españoles, los que están a la izquierda son todos unos COMUNISTAS”.

Para no alargar mucho y repetir lo que cada político diría, me voy a centrar en el que insulta llamando facha. Más que nada porque, objetivamente, creo que se da con más frecuencia en círculos sociales juveniles, ya que tradicionalmente en España se ha asociado la derecha al franquismo y otras barbaries. 

Pero no os dejéis engañar, el discurso es exactamente el mismo y no hay ningún ideal detrás.

Gregarismo zombie

Tanto derecha como izquierda carecen completamente de sentido hoy en día en España. De hecho, podéis divertiros mucho preguntando a la gente la definición de cualquiera de las dos y escuchando la cantidad de burradas que pueden llegar a decir. 

Pero no, esto no va de izquierdas ni de derechas, de eso precisamente quiero hablar, y creo que me estoy yendo del tema principal. Volvamos al chiste.

Pues lo dicho, el político de turno grita eso, que unos son buenas personas y otros son fachas, comunistas o lo que sea. Uno de los insultados se levanta y dice “Eh, oiga, que yo no soy facha, comunista, mala persona…” y el político, le invita a unirse a su causa, para ponerse al lado que él dice dirigir.

La gente de ese bar llamado España, en vez de entender que el que acaba de entrar es un aprovechado que solo pretende acumular votos, empiezan una pelea tabernaria en donde se matan unos a otros a golpes y gritos con toda clase de consignas vacías. 

El político, a todo esto, no recibe ni un solo golpe. Simplemente se sienta a la barra y deja que le inviten a una cerveza a costa de los asistentes.

No solo eso dice el político. Puede ampliar su discurso, pero mantener la misma lógica. 

Por ejemplo, puede decir que todos los que están a la izquierda consideran que solo los hombres maltratan. Si uno de los de su fila se levanta para decir bueno, yo soy de los vuestros pero considero que como personas iguales que somos, no solo los hombres maltratan ¿Sabéis que recibirá por respuesta del político?

Lo sabéis…

Spoiler: ¡Pues ponte en el otro lado, so FACHAAAAAAAAAAAAA!

Y así va el país, con la lógica de un chiste al que le han quitado la gracia. ¿Tendrá un final feliz? ¿Acabaremos riendo finalmente? Lo dudo. 

Más que un chiste, estoy pensando que España es el perfecto anti-chiste: la situación parece graciosa, pero es preocupante y dolorosa, y el final no es agradable y risible, sino trágico y lamentablemente idiota.

¿Qué opináis? ¿Pensáis que voy bien encaminado o que quizás necesitaría dormir más y dejarme de tanta historia? No olvidéis dejar vuestros comentarios en la sección de aquí debajo.

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